Dentro de las actividades que organiza la Secretaría de Desarrollo y Planeación Académica se presentó en el Instituto de Ingeniería la conferencia “Los orígenes de la vida”, del Dr. Antonio Lazcano Araujo, profesor titular de la Facultad de Ciencias de la UNAM, con una audiencia que sobrepasó el cupo del salón de seminarios Emilio Rosenblueth. Esta conferencia ha sido una de las de mayor éxito organizada en los últimos años en el IIUNAM debido al currículo y a la experiencia del ponente y a su gran capacidad oratoria. Cabe destacar que el Dr. Lazcano es el científico mexicano con mayor número de publicaciones en las revistas Science y Nature, y es autor de unos 150 trabajos de investigación publicados en revistas con arbitraje y libros de circulación internacional.
Sobre el contenido de su conferencia mencionó que, aunque no sabemos a ciencia cierta cómo surgió la vida en la Tierra, en los últimos veinte años ha crecido la certeza, entre un número cada vez mayor de investigadores, de que hace unos 3.5 mil millones de años el planeta ya se encontraba poblado por una biósfera microbiana extraordinariamente diversa. Desafortunadamente, la ausencia de rocas sedimentarias de más de 3.5 mil millones de años impide reconstruir las condiciones ambientales que tenía la Tierra cuando apareció la vida, debido a que no se conoce cuál era la composición de la atmósfera terrestre, la temperatura de la superficie de nuestro planeta, ni la extensión de los mares primitivos. A pesar de tales incertidumbres, una serie de evidencias que van desde la observación y el estudio de las nubes de material interestelar en donde se están formando estrellas y planetas, hasta la simulación experimental de las condiciones de la Tierra primitiva, sugieren que la vida surgió en nuestro planeta como resultado de la evolución de sistemas de compuestos orgánicos que se acumularon en la superficie, como resultado de síntesis abióticas y de choques con cometas y meteoritos. Esta idea, que hoy es conocida como la hipótesis heterótrofa del origen de la vida, fue propuesta en 1924 por un joven bioquímico ruso, Alexander I. Oparin.