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Las primeras iniciativas
La organización inicial del Instituto
Ex Directores
La organización inicial del Instituto 
 
 

Por parte de UNAM: doctores Nabor Carrillo, Alberto Barajas y Carlos Graef Fernández.

Patrocinadores: doctor Gustavo Baz, licenciado Eduardo Bustamente, ingeniero José B. Cousiné, señor Rómulo O’Farril y el licenciado Carlos Prieto.

Técnicos patrocinadores: ingenieros Javier Barros Sierra, Fernando Espinosa, Fernando Hiriart, Raúl J. Marsal, Bernardo Quintana Arrioja y Raúl Sandoval.

Coordinadores: doctor Efrén C. del Pozo, secretario general de la UNAM; señor José Ortiz T., tesorero de la UNAM; licenciado J. M. Ortiz Tirado, Pres, Com, Esp., UNAM; señor Tomás Gurza, Relaciones de la UNAM, y licenciado P. García Barbachano.

Para darle personalidad jurídica se levantó un documento constitutivo el 22 de julio de 1955, el cual fue signado por los doctores Nabor Carrillo Flores, Alberto Barajas y Carlos Graef, además de los patrocinadores y técnicos patrocinadores arriba mencionados.

En el vol. 642, p. 245, núm. 38,832 de la Notaría Pública No. 38 se constituyó como asociación civil, cuyo objeto social sería la investigación de problemas relacionados con la Ingeniería en general; la difusión de esas investigaciones; la colaboración con otras instituciones científicas del país o del extranjero en los anteriores objetos; y la colaboración con autoridades del país para la resolución de los referidos problemas aplicados al medio nacional.

Le fueron reconocidos como capital o haber social, todos los útiles, instrumentos y maquinaria (propiedad de la ICA) que constituyen los laboratorios y enseres para oficina, existentes actualmente en el edificio número seiscientos veintitrés de las calles de Heriberto Frías de esta ciudad, que han sido apartados al Instituto, quien los recibe en perfecto estado de funcionamiento, con un monto de $ 373,381.50 pesos.

La dirección y administración del Instituto quedaron a cargo del Consejo Directivo formado por cinco miembros: el rector de la UNAM, el director de la Escuela Nacional de Ingeniería, el coordinador científico de la UNAM, el vocal presidente del Instituto Nacional de la Investigación Científica y un representante de la Cámara Nacional de la Industria de la Construcción. Asimismo, se propuso como director técnico al ingeniero Fernando Hiriart Balderrama por un periodo de cuatro años.

Los signatarios de ese primer Consejo Directivo fueron en el orden señalado: doctor Nabor Carrillo, ingeniero Javier Barros Sierra, doctor Alberto Barajas, ingeniero Ricardo Monges e ingeniero Bernardo Quintana Arrioja.

Desde su fundación se especificó para su sostenimiento como contribución o aportación de la persona que los solicite (trabajos que ejecutará el Instituto), una cantidad con la cual se estime poder satisfacer los costos de los mismos.

Las anteriores aportaciones, o contribuciones, no podrán ser fijadas con espíritu de lucro ni preponderantemente económico o de especulación comercial, sino únicamente para la satisfacción de las necesidades del Instituto.

Además de los recursos presupuestales propios, a partir de 1956 con la creación del Instituto de Ingeniería, la Universidad comenzó a captar recursos extraordinarios por la investigación que realizaba.

El ingeniero Bernardo Quintana propuso que los gastos generados durante el primer año los absorbiera la ICA; para el segundo año, 75 por ciento esta empresa y 25 la Universidad; en el tercero, 50 y 50; el siguiente año, 25 la ICA y 75 por ciento la UNAM; para el quinto y último año, cubiertas las erogaciones por la Universidad.

Inició sus labores en el sótano del Instituto de Geología (actualmente el Centro de Estudios de Lenguas extranjeras CELE), junto al edificio del entonces Museo de Geología. Se eligió ese lugar por estar ubicado en las inmediaciones de los institutos, facultades y escuelas de Ingeniería, Ciencias, Geología, Ciencias Químicas y otros planteles con los cuales tendría estrecha colaboración.

En un área de 60.40 m de largo por 13.50 m de ancho se instalaron tres laboratorios: el de Mecánica de Suelos encargado de continuar las investigaciones acerca de las propiedades de las arcillas del Valle de México, investigar los problemas relacionados con la estabilidad de las presas, en colaboración con la Secretaría de Recursos Hidráulicos, y de analizar problemas de cimentaciones, terracerías de caminos, etcétera; el laboratorio de Análisis Experimentales de Esfuerzos, destinado a profundizar en la distribución de esfuerzos en presas, y el de Ingeniería Sísmica, donde se estudiaría el comportamiento de estructuras cimentadas en suelos rígidos y blandos bajo efectos de un temblor.

Esas instalaciones, sencillas y provisionales, pero con un personal altamente capacitado, que en su mayoría había adquirido en Estados Unidos una clara imagen de cómo se hacía investigación avanzada, serían inicialmente el lugar donde empezarían a desarrollarse aquellas áreas que requería el país en aspectos tales como infraestructura de obras civiles, sistema hidroeléctrico, desarrollo de ciudades alternas –como Querétaro o Ciudad Satélite–, donde la mecánica de suelos, estructuras e hidráulica eran ramas fundamentales; por otra parte se determinó que para ser investigador del Instituto era necesario haberse distinguido en trabajos relacionados con el campo de su especialidad.

Para la realización de las investigaciones fue determinante la aportación de la ICA, ya que no sólo cedió los laboratorios de investigación, su acervo de resultados de obras realizadas y que servirán para las investigaciones que se iniciarían, sino también diversos equipos para cálculo y dibujo, taller mecánico, mobiliario, biblioteca, un importante archivo técnico y los primeros aparatos que integrarían sus tres laboratorios. Las pruebas de laboratorio se acumularon en forma de archivos, conjunto que se le conoció como Archivo de Pruebas de Arcillas del Valle de México, material que se propuso como tesis de doctoral de Raúl J. Marsal. Este archivo, que aún conserva la clasificación que se le dio en la década inicial, está disponible para su consulta en el Laboratorio de Enrocamientos.

El conjunto de los insumos mencionados había significado para ICA ocho años de trabajo y una erogación aproximada de dos y medio millones de pesos (en estimación de 1955), además de un gasto de instalación de casi 380 mil pesos).

Los laboratorios del Instituto albergaron a profesionales como Emilio Rosenblueth, Enzo Levi y Raúl J. Marsal, entro otros; así como ayudantes de investigación que en muy poco tiempo destacaron en la docencia y en sus respectivas áreas.

De acuerdo con el acta constitutiva, el ingeniero Fernando Hiriart Balderrama fue el primer director para un periodo de cuatro años a partir del 22 de enero de 1956. El ingeniero Hiriart sentó las bases de la organización a la vez que propició la investigación experimental. Con la idea de que la investigación científica organizada representaba uno de los adelantos más importantes y dinámicos de las últimas décadas, y que contribuía a elevar el nivel de vida y la economía de los pueblos, la ingeniería se convertía día con día en una profesión vital que, junto con la investigación industrial, ofrecía nuevas fuentes de trabajo, así como la oportunidad de ampliar los conocimientos de los ingenieros y aspirar a obtener los grados de maestro y doctor en esta rama, o encauzar a los egresados en la realización de sus tesis a través de seminarios en campos de interés nacional. Otras de sus premisas fueron no desarrollar actividades que duplicaran investigaciones de laboratorios particulares o públicos, ni competir contra ellos.

Además, y dado que la función de la ingeniería civil debía concretarse en proyectar obras estables que dieran el servicio que les destinó, se hacía necesario que a través de la investigación, y de profundizar en los problemas, continuara el prestigio que México había adquirido desde hacía años en grandes obras proyectadas y construidas por ingenieros mexicanos, lo que no era común en otros países de América Latina. Su prestigio como profesional le servició de apoyo en su propósito de interrelacionar al Instituto con diversas entidades gubernamentales y privadas.

En un esfuerzo combinado, y debido a que los sueldos no eran altos, parte del personal dividía su tiempo por las mañanas en importantes trabajos de investigación, en algunos organismos estatales, por ejemplo, en todo lo relacionado con el diseño, pruebas experimentales y construcción de presas en el país.

Por su parte, en una inquietud compartida con el ingeniero Fernando Hiriart, Raúl J. Marsal buscó la superación profesional de los colaboradores del Instituto mediante la impartición de clases; así, invitó a profesores como Vásquez, Estadística; Graef, Tensor; Remigio Valdés, Matemáticas, y Enzo Levi, Hidráulica; Marsal, por su parte Mecánica de Suelos, los sábados por la tarde.