Este poema se lo dedico a mi Maestro Luis Rius
A UN OLMO SECO
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas
hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha
la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será cual los álamos cantores que
guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta el mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Antonio Machado (1875-1939)
EL DÍA QUE ME QUIERAS
El día que me quieras tendrá más luz que junio;
la noche que me quieras será de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus inefables cosas,
y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de mayo.
Las fuentes cristalinas
irán por las laderas
saltando cantarinas,
el día que me quieras.
El día que me quieras, los sotos escondidos
resonarán arpegios nunca jamás oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo serán cuando me
quieras.
Cogidas de la mano, cual rubias hermanitas
luciendo golas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas,
delante de tus pasos, el día que me quieras...
Y si deshojas una, te dirá su inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!
Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos.
El día que me quieras será cada celaje
ala maravillosa; cada arrebol, miraje
de las Mil y una noches; cada brisa un cantar,
cada árbol una lira, cada monte un altar.
El día que me quieras, para nosotros dos
cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.
Amado Nervo (1870-1919)
CINCO AÑOS
¡Hijo de mi alma, hijo,
has crecido tan aprisa!...
En el arca de mi seno
ya no cabrías.
Ni casi en mis brazos...Mira.
¡Y eres tan mío allá dentro!...
Ahora, cada vez más lejos.
Ya pronto, irás al colegio:
cuadernos, tinta en los dedos,
el juego de los compañeros,
el alma de tus maestros...
¡Cada vez más lejos!
Ángela Figuera Aymerich (1902)