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Cápsulas de TI
La Pildorita 47 
 
 
EL MUNDO NÁHUATL

El lenguaje familiar del mexicano actualmente abunda en términos y expresiones de origen náhuatl. Son derivaciones de palabras que se usaban en el hogar azteca y que se han heredado y adaptado al español moderno. Algunas palabras se han conservado en su forma original, otras se han cambiado para asimilarse más a la pronunciación española; algunas veces se usan en su sentido antiguo, otras veces ha subsistido la palabra pero el significado ya no es el mismo. Para entender el uso de estas palabras y conocer la conexión no solo lingüística sino cultural que representan, hay que verlas a través de su fondo histórico: la familia azteca. 

El carácter de una familia en el imperio azteca estaba determinado por su posición dentro de la sociedad. La vida de una familia noble o de la clase más alta difería bastante de la de un macehualli (vasallo). Y por tanto, su lenguaje también tenía que variar. Los aztecas cultos cuidaban mucho su idioma, procuraban expresarse con elegancia y aun con elocuencia. La expresión oral tenía una importancia grande en una sociedad que carecía de un tipo de escritura que, en forma exacta, pudiera representar los sonidos. La forma de hablar denuncia el nivel cultural de una persona o su origen social. En la sociedad azteca esto era en mayor grado. Por eso, el lenguaje familiar dentro de las clases superiores de los aztecas difería mucho del modo de hablar del pueblo. Un pilli usaba aun dentro de su hogar un lenguaje florido y hermoso: llamaba, por ejemplo, a su hijo nocuzque, mi joya, noquezale, mi pluma preciosa, o a su hija cocotzin, paloma. 

Pero ninguna de estas expresiones hermosas se han trasmitido al español moderno, ni han subsistido en el lenguaje de los que todavía tienen el náhuatl como lengua materna.

Imaginémonos, entonces, una escena familiar e la casa de un macehualli, el azteca humilde, la atmósfera de la que provienen la mayoría de los nahuatlismos de tipo familiar. En medio del único cuarto de un jacal, en el suelo de tierra apisonada, arde un fuego en el tlecuil. La leña quema y chichina. Toda la familia está reunida alrededor, la nana, el tata y toda la pipiolera. La hermana mayor está arrodillada enfrente del metate, apachurrando y apayanando la masa del maíz para preparar las tortillas. El más coconete, el nene, duerme en su cuna, hecha de mecates de istle, que cuelga del techo. Cada uno que pasa la empuja para que se mantenga en movimiento. La pilmama viene y despierta al socoyote para darle de comer de la chichi. El piltontli empieza a llorar. La chichihua o pilmama lo apapacha, y pregunta si llora porque “tiene coco” o porque está chípil, y después lo trata de callar amenazándolo con que si no se porta bien se lo va a llevar “el coco” o lo “viene a espantar el nagual”. Los dos hermanitos, que son cuates, juegan en un rincón con tejocotes ya pachichis. Son unos chamacos tetepones. Cuando el hermano mayor descubre su juego y ve que se pusieron bien chamagosos, va y regaña a los escuincles. (Véase La Pildorita 18, para definición de términos.)

Apayanar. Viene del verbo payana, que significa desmenuzar o quebrantar terrones. El prefijo y el sufijo son castellanos, y la palabra resulta híbrida. En su forma adaptada se usa en el sentido de ablandar algo. 

Coco. Se dice igual en náhuatl y es apócope de la palabra cocoliztli, que significa enfermedad o epidemia. “Tener coco” o “hacerse coco” significan herirse o tener un dolor.

Coconete. Viene de coconetl, forma afectiva de conetl, pequeño o niño. La duplicación de la primera sílaba se usa para dar un efecto de intimidad. El significado actual es el mismo, pequeño. 

Chichihua. Se dice igual en náhuatl. Deriva de la misma palabra chichihualli, seno; la terminación -hua es posesiva y significa la que tiene; es entonces “la que tiene seno” o nodriza.

Chichinar. Deriva del verbo chichinoa, que significa tostar o chamuscar. La palabra es híbrida por su terminación verbal castellana -are 

Nana. Viene de nantli, que significa madre. Un niño azteca le decía nana a su mamá.