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Roger Díaz de Cossío 
 
Roger Díaz de Cossìo 
 

Seguimos con la rigidez de que cada carrera es como un tubo de acero donde solo hay una entrada y una salida

 

En un principio quería estudiar arquitectura, pero como dibujaba muy mal me decidí por la carrera de ingeniería –así comienza su relato con sencillez, el doctor Roger Díaz de Cossío. Cuando estudiaba la licenciatura Óscar de Buen era uno de mis profesores, y me dijo que visitara a Emilio Rosenblueth. Cuando lo hice, Emilio me sugirió que estudiara un posgrado y me recomendó la Universidad de Illinois, donde en 1958 obtuve el grado de doctor. Todavía estaba yo en Illinois, cuando Javier Barros Sierra me escribió dándome la noticia de que se acababa de fundar el Instituto de Ingeniería e invitándome a que a mi regreso trabajara ahí.

Ingresé al IIUNAM como ingeniero investigador y me dediqué a estudiar el concreto reforzado durante ocho o nueve años. Estoy orgulloso de que la única referencia mexicana que tiene el código de la ACI en concreto reforzado es un trabajo que hice, y que después de 40 años no ha sido mejorado. Curiosamente la vida me llevó por diversos caminos. Cuando fui director del IIUNAM enfoqué mis estudios a la educación, lo que se reforzó cuando el ingeniero Víctor Bravo Ahuja me pidió que fuera subsecretario de Educación. Uno de mis logros en educación es haber creado la educación abierta y la educación para adultos, que en los años 70 no existía.

Sobre este tema he escrito mucho, tratando de convencer sobre la deseable flexibilidad en los planes de estudio. No debemos considerar a los universitarios como niños, indicándoles el camino a seguir, sino que debemos darles opciones para que estudien por las rutas en que su propia vocación los guíe. Desafortunadamente, la propuesta que presentó el doctor Barnés, siendo rector, no tuvo éxito. Él solicitó al colegio de directores un estudio para que el 30 % de las materias en las licenciaturas fueran elegidas por el mismo estudiante, teniendo oportunidad de cursarlas en otras escuelas, en otro campo o disciplina, incluso por Internet o a distancia. Seguimos con la rigidez de que cada carrera es como un tubo de acero donde solo hay una entrada y una salida.

Esta manera de pensar de los mexicanos ha provocado retrasos en muchos campos, hay que integrarse en la complejidad de los modelos globales de la competencia. La rigidez de las universidades mexicanas nos retrasa respecto al resto del mundo. No hemos superado la tradición autoritaria del siglo XIX. Tal vez –continúa el doctor Díaz de Cossío– estos problemas se deban a que la universidad tiene su origen en una reunión de escuelas existentes cuya organización con el tiempo se ha ido centralizando y poco a poco han perdido su presupuesto y su autonomía de elegir los temas que deben estudiar sus alumnos. Esta situación hace que los cambios en un plan de estudio tarden años.

Los profesionistas, pero en especial los ingenieros, deben tener una mente abierta, porque los problemas que enfrentan no tienen respuesta definitiva. Es indispensable que aporten un punto de vista flexible y capaz de resolver los problemas, estableciendo colaboración con profesionistas de otras disciplinas para trabajar en grupo de manera creativa y solidaria.

A casi 50 años de su fundación, el IIUNAM ha realizado grandes aportaciones en los campos de la hidráulica, ingeniería sísmica, geotecnia y, recientemente, ingeniería ambiental; sin embargo, no le ha sido posible aumentar su plantilla académica, porque el presupuesto es escaso e inhibe la creación de plazas, lo que ha generado la permanencia generacional por un problema de la UNAM, no del IIUNAM. Pocos somos los investigadores que nos hemos jubilado, y esto es comprensible, pues al hacerlo dejamos de percibir un salario razonable y nuestros ingresos se reducen notablemente. Ojalá fuera posible que los académicos ya retirados pudieran contar con el 60 % de su salario en activo; esto seguramente provocaría que varias plazas fueran liberadas y habría oportunidad de asignárselas a investigadores jóvenes.

Los requisitos para ser investigador son muchos; para ello, un joven debe ser brillante, escribir artículos en inglés y francés, tener estudios de doctorado. Si tiene suerte, contará con una beca posdoctoral para ingresar como investigador asociado C, con un sueldo de nueve mil pesos mensuales. Para entonces el estudiante tiene ya 30 años y se enfrenta a una carrera difícil, donde hay demasiados comités y poco aprecio por el trabajo que se hace en nuestro país; son más relevantes los artículos que se publican en revistas internacionales, cuenta más el número de artículos que su calidad de estos. Es como si el mejor músico fuera el que hubiera escrito más óperas y Beethoven pudiera ser despreciable por haber creado una sola. Así es como se califica a los investigadores. No hay flexibilidad. Por citar un ejemplo, el Sistema Nacional de Investigadores funciona muy bien para las áreas de física y biología, pero no para las ingenierías; no se ha logrado que los ingenieros sean evaluados de acuerdo con el impacto real de su trabajo.

El objetivo del IIUNAM es y seguirá siendo realizar investigación en ingeniería, formar buenos ingenieros e investigadores. Sin duda tendrá que abordar el tema de los nuevos materiales. Sin embargo, a diferencia de cuando se inició el IIUNAM, ahora los patrocinadores financian únicamente estudios sobre los problemas de su interés, sin dejar un remanente que le permita al Instituto incursionar en temas de vanguardia como se hacía hace 40 años.

Es muy importante que los universitarios planifiquen las soluciones de los problemas a largo plazo, porque no se ha realizado ningún trabajo para mantener actualizada la infraestructura del país. El mexicano es “cortoplacero” por excelencia. La planeación de la infraestructura debe ser cuando menos a 20 o 30 años, no para el cambio de sexenio.

Para hacerlo hay que estrechar los lazos con nuestros patrocinadores, entre los que podemos mencionar la CNA, PEMEX y la CFE. La idea de la Torre de Ingeniería era reunir grupos multidisciplinarios para solucionar problemas; por ahora ha servido primordialmente para expandir las oficinas de cuatro dependencias universitarias.

Los ingenieros debemos luchar para que se reconozca nuestra especificidad en relación con otras áreas de la ciencia, luchar por que tengamos carreras profesionales atractivas para los jóvenes, empezar a trabajar para planear problemas macro y formar equipos que los puedan realizar, especialmente los relacionados con soluciones a mayor escala sobre temas como infraestructura y medioambiente.

Para finalizar, el doctor Díaz de Cossío se califica como un admirador de la música clásica, tiene aproximadamente 4200 discos compactos; gusta de las obras de Verdi y le gustan mucho las óperas de Puccini. Ha sido comentarista de música clásica y ha participado en programas de radio y ha escrito un artículo reciente sobre el músico ruso Dimitri Shostakovich.

Hace algunos años se reunía con Daniel Ruiz y con Javier Barrios Sierra a escuchar música: a Daniel Ruiz le gusta Bach y Beethoven, y a Javier Barros Sierra le gustaba Stravinsky. A ninguno de ellos les atrajo la ópera y yo tengo pasión por ella desde hace años. Me gusta escucharla con el volumen muy alto utilizando unos audífonos. Tengo dos hijos y cinco nietos