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Ramón Gutíerrez Castrejón 
 
Ramón Gutiérrez Castrejón 
En realidad, los que influyeron para que yo estudiara y me acercara a la Universidad fueron mi tía Tere, hermana de mi papá, y su esposo, mi tío Raúl (Q. E.P.D.), ambos investigadores universitarios muy destacados. La doctora MacGregor, como todos la conocen por el apellido de su marido, es una persona muy reconocida, de hecho, le acaban de dar el doctorado honoris causa por la UNAM, y fue directora del Instituto de Geografía. Cuando era chico veía que ellos viajaban mucho a dar conferencias y a realizar estancias en el extranjero, y eso de alguna manera llamó mi atención; yo decía: “¡Eso ha de ser padre!”

Ir a la escuela nunca me gustó; por tanto, jamás pensé en ser investigador y, aunque de chico tenía muy malas calificaciones, cuando cursé la preparatoria empecé a mejorar mi promedio y ya en la carrera hubo materias que me apasionaron, por ejemplo, la óptica y la astrofísica. Sin embargo, siempre me interesó la aplicación de la ciencia y decidí dedicarme a las telecomunicaciones, en donde podía utilizar mis conocimientos de óptica y física en general. Pensé que si combinaba la licenciatura de física con una maestría en este tema, tendría una formación más completa. Cursé, por tanto, el posgrado en ingeniería eléctrica en la UNAM, y al terminar tuve la oportunidad de irme becado a realizar un doctorado en el King’s College en Londres, donde viví una época de muy gratos recuerdos. Obtuve el grado en el Departamento de Física con una investigación de análisis de simetrías en un proceso de óptica no lineal, con aplicaciones a la ingeniería eléctrica. Seguramente algunos físicos pensarán que soy ingeniero, y algunos ingenieros que soy más bien físico. Creo que a la hora de proponer soluciones a problemas técnicos reales, eso es irrelevante.

Cuando terminé el PhD fui a hacer un posdoctorado de un año a la Universidad Complutense de Madrid, en España, donde trabajé en temas más bien teóricos, relacionados con la estructura transversa de los modos que se propagan en un láser de CO2. Aprendí mucho y me divertí y conocí aún más.

Después me fui a trabajar dos años a Zurich, al Swiss Federal Institute of Technology (o ETH), reconocido como uno de los centros de investigación más productivos de Europa. Lo que ahí se hacía era de carácter aplicado y estaba enfocado a la industria. De hecho tenían una empresa de base tecnológica que surtía a la industria de las telecomunicaciones, y pude comprobar que para desarrollar tecnología de alto nivel necesitas tener buenas bases de física y matemáticas.

No cabe duda de que lo perfecto cansa, así es que me aburrí de esa vida y me fui a trabajar a EUA en una compañía importante e innovadora, donde se desarrollaron las primeras fibras ópticas, pero vino el suceso de las Torres Gemelas, y con esto empezó un descenso en la economía, y en general un deterioro del ambiente de ese país; así es que decidí regresar a México.

Empecé a buscar trabajo y estuve un año desempleado. Exploré posibilidades en el  INAOE, el CINVESTAV, hasta que una amiga me aconsejó que probara en el IIUNAM, y así lo hice. Busqué a Luis Álvarez, porque fue mi maestro y era al único que conocía; le entregué mi cv, le interesó, me dijo que quería impulsar el área de las telecomunicaciones y en ese momento se lo planteó a Francisco José Sánchez Sesma, que era el director, pero justo Paco estaba terminando su periodo, y esto retrasó las cosas. En ese entonces me salió una oferta de empleo en Corea, fui para allá y estuve a punto de quedarme a trabajar ahí, pero no me decidí porque la vida y la comida (soy alérgico al pescado) allá son muy diferentes. Además, yo ya quería establecerme en un lugar. Mientras tanto, tomó la dirección Sergio Alcocer Martínez de Castro, tuve la suerte de que hubiera una plaza disponible y, como ya tenía cierta experiencia como investigador, me aceptó para que ingresara al IIUNAM.

Como verás, viví muchos años fuera de México, creo que esto se debió a que no había algo que me retuviera. En realidad mi familia es muy pequeña. Mi mamá murió cuando yo tenía 7 años; a mí me crió mi abuela materna, que murió 16 años después. Mi hermano, quien es casi tres años más chico que yo, terminó la licenciatura, se empezó a independizar, se casó y formó una familia. Ahora tiene dos hijos y es un hombre exitoso. Por su parte, mi papá también tenía su vida hecha. Cuando me fui a Inglaterra mi abuela ya había fallecido, y años más tarde mi papá murió cuando terminé el doctorado. Vine de vacaciones, lo vi y falleció poco antes de que yo regresara a España.

En fin, en mi caso, eso de las relaciones familiares no es algo que tenga muy presente, tal vez porque se fueron dando así las cosas, pero debo confesar que me gustaría tener una familia. Ya pasó la época en la que creía que el matrimonio era para la gente mayor, donde, al tener tantas posibilidades, pues para qué te vas a atar a alguien, pero ahorita como que siento que ya me llegó la hora de sentar cabeza.

En cuanto a mi vida, creo que le haría ajustes porque, sin duda, pude haber hecho algunas cosas mejor. Vivir en el extranjero me abrió un panorama muy amplio, aprendí que cada lugar tiene su encanto, disfruté cada momento; en realidad estoy satisfecho porque siempre he tomado mis propias decisiones. Cuando estaba en la Facultad de Ciencias haciendo mi licenciatura, practicaba deportes extremos, me gustaba mucho bajar en ríos por los rápidos; en ese entonces esto no era comercial ni conocido. Formaba parte de la federación mexicana de descensos de ríos, era divertidísimo a pesar de que en algunas ocasiones estuve a punto de ahogarme.

No me gusta lo común, me llama la atención lo raro, lo que casi nadie hace, lo que representa un riesgo, aunque casi siempre tomo mis precauciones.