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Martín Salinas Vázquez 
 
Martín Salinas 
 

 

Mentiría si te dijera que mi vocación era ser ingeniero. En realidad me llamaba la atención ser veterinario porque me gustan mucho los animales, pero no soporto ver sangre, y esto hizo que me decidiera por otra carrera y, por qué no, por la ingeniería mecánica.

Dentro de las materias que cursé estaba una que me llamó muchísimo la atención: la mecánica de fluidos, que es muy interesante, porque abarca temas que se encuentran en todas partes, en los gases, en los líquidos. Me llamó tanto la atención que hoy día realizamos trabajos de investigación sobre flujos en ríos, intercambiadores de calor, diseño bioclimático en casas, algunos proyectos con Pemex y otros sobre el comportamiento del flujo en la faringe.

El último de estos proyectos es un problema difícil, porque el bolo alimenticio tiene un comportamiento complejo, ya que la faringe es un músculo que con el tiempo se endurece, se atrofia y, por tanto, deja de funcionar correctamente. Esta enfermedad es muy común; de hecho la padecen casi todas las personas mayores. La empresa alemana que nos encargó el estudio piensa que el 80 % de las enfermedades respiratorias se deben a que la gente no traga correctamente, es decir, parte de la comida se va a los pulmones y como la boca es muy sucia, pues se infectan. Por eso las personas mayores generalmente se enferman de neumonía. Pero los padecimientos de la faringe no solo afectan a las personas mayores, hay jóvenes que no pueden tragar sólidos, porque con cualquier cosa se ahogan, incluso llegan a ponerse morados. También hay gente que no puede tragar líquidos. Esta empresa elabora una mezcla que sirve para alimentar a aquellos que sufren estos padecimientos.

En realidad mis estudios de posgrado siempre estuvieron enfocados a la simulación numérica de la mecánica de fluidos, es decir, en buscar la solución numérica de las ecuaciones que modelan estos movimientos. Cursé el doctorado en el Instituto Politécnico de Grenoble, Francia; ahí realicé un estudio muy formal sobre la turbulencia como tema de tesis, y desde que ingresé al Instituto de Ingeniería he trabajado en temas muy relacionados con la física.

Los proyectos en los que he participado no representan una cantidad importante de dinero; sin embargo, nuestro trabajo se refleja en la calidad de nuestros estudiantes. Cada semestre contamos con aproximadamente entre 25 y 30 jóvenes que cursan del quinto semestre en adelante y que colaboran en nuestro laboratorio. Varios de estos alumnos se interesan por continuar con la maestría y muy pocos por hacer un doctorado. Una de mis mayores satisfacciones es que todos nuestros alumnos han conseguido trabajo. El año pasado la empresa General Electric contrató a cinco de ellos para trabajar en el diseño de turbinas para aviones tanto de pasajeros como de guerra.

Algo que he podido constatar con mis alumnos es la necesidad de tener bases muy sólidas en matemáticas y física, y también es indispensable tener un nivel elevado en inglés. Por eso, cuando veo que los programas de estudio están restando importancia a estas materias me preocupa, porque esta formación solo la aprendes en la escuela, el resto lo puedes adquirir con la práctica. También desarrollar una tesis permite aprender a plantear ideas, a organizar un trabajo, a redactar, y esta experiencia es muy formativa.

Recuerdo que cuando presenté mi examen profesional les dio mucho gusto a mis papás. Tengo tres hermanas: dos de ellas son químicas y la otra es educadora. Yo soy el más chico.

En la Coordinación decimos que somos como una gran familia, porque Arturo y Alejandro eran becarios de José Luis Fernández, y William y yo fuimos becarios de Alejandro. De hecho José Luis fue quien me apoyó para que obtuviera una beca y pudiera realizar el doctorado en Francia. Haber vivido en otro país es una experiencia que te enriquece en muchos sentidos. Es muy padre sentirte como en familia.

Mi papá trabajaba en una farmacéutica, pero ya falleció. Mi mamá siempre ha sido ama de casa. Mi niñez fue muy bonita, es de las cosas que recuerdo con cariño. Creo que haber vivido esa etapa de mi vida muy feliz hace que hoy día tenga una excelente relación con mis alumnos, incluso vamos a jugar futbol, compramos pizzas y convivimos. Muchos de ellos me visitan y me da gusto ver que están trabajando y que se acuerdan de mí.

Como te decía, para mí la niñez es una parte muy importante para que cuando seas grande tengas una actitud positiva ante la vida en todos los sentidos, por eso cuando me divorcié me propuse convivir con mi hija, y lo logré. Marcela está con su mamá la mitad de la semana y conmigo la otra mitad.

Al principio fue difícil, porque tenía 6 años; ahora que ya tiene 10 las cosas son un poco más tranquilas, sobre todo porque ella entra a la escuela muy temprano y así puedo aprovechar más el día. Estoy organizado, preparo la comida un día antes, veo sus tareas los días que me toca; estoy contento porque la veo feliz. La verdad tanto su mamá como yo la atendemos sin problema.

Afortunadamente Marcela come de todo; a mí me gusta cocinar, preparo muchos platillos de comida francesa, además de pastas. Busco recetas en Internet. Lo único que tengo que hacer es no incluir el aguacate ni los champiñones, porque eso no le gusta. Cocino con gusto y seguramente por eso la comida me queda sabrosa… o al menos eso dice Marcela. Todavía no sé qué vaya a estudiar, pero le gustan las plantas y los animales; de hecho en casa de su mamá tiene 2 perros, 3 gatos y unos pájaros.

Dentro de mis aficiones estaba coleccionar latas, pero ahora ya no lo hago. En algún momento tomamos clases de tae kwon do porque Marcela me lo pidió, pero luego ella se salió y yo seguí, hasta que me rompieron la nariz un par de veces.

Al ver que este deporte era bastante riesgoso decidí continuar con mi antigua afición de cultivar cactos, y como no puedo tener animales porque vivo en un departamento muy chiquito, pues me uní a un grupo de la Facultad de Ciencias con el que vamos a observar pájaros, a veces en CU, otras en el bosque de Tlalpan o en Xochimilco. Lo que hacemos es contar pájaros para saber si las poblaciones van emigrando. Estos chavos son biólogos y los conocí donde corro por las mañanas. Me invitaron y me pareció interesante. Lo malo es que es muy temprano, porque después los pájaros ya no vuelan. Los biólogos hacen unas listas donde registran a las aves, pero como a mí no me gusta mucho estar contando, me dedico a tomar fotografías. Estas listas se mandan a la CONAVIO y ahí se encargan de ver si las poblaciones de los pájaros llegaron a su destino. En la ciudad de México hay hasta 200 especies diferentes de aves.

 

Somos pocos en el grupo, pero hay expertos que saben los nombres científicos de estas aves y se preocupan cuando surgen problemas, como por ejemplo, hace poco se presentó en Xochimilco una plaga de cotorros sudamericanos. Estaban pensando que seguramente se le escapó uno de estos cotorros a alguien y se hizo una plaga. Lo malo es que se comen de todo, por lo que tienen que observarlos para saber si no perjudican a las aves nativas a fin de saber qué medidas deben tomar.