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Luis Esteva Maraboto 
 
Luis Esteva Maraboto 

 

“La educación no es solo formación técnica, sino también emocional”.

 

El doctor Luis Esteva Maraboto recuerda que cuando ingresó al Instituto de Ingeniería no había plazas de investigador, por lo que ocupó una de secretaria y su primer lugar de trabajo fue un restirador junto a los dibujantes. Así es como inició su carrera en el Instituto de Ingeniería uno de sus investigadores más destacados.

Desde joven se sintió atraído por la construcción, ya que su padre trabajó como ingeniero, aunque nunca tuvo oportunidad de estudiar una carrera universitaria, y él le ayudaba a elaborar los planos de las casas que proyectaba y construía.

Luis Esteva Maraboto estudió la carrera de Ingeniero Civil en la UNAM y su primer trabajo fue como ayudante de profesor en la Facultad de Arquitectura. Al principio veía su futuro profesional en el área de hidráulica, dada la estrecha relación entre su familia materna y la de Antonio Coria, entonces destacado ingeniero de la Secretaría de Recursos Hidráulicos; sin embargo, fue su relación con el profesor Óscar de Buen, con quien tomó el curso de Estabilidad de las Construcciones en el tercer año de su carrera, lo que definió su orientación profesional hacia el campo de la ingeniería estructural. El profesor De Buen lo invitó a trabajar en su oficina de diseño estructural, donde permaneció durante los dos últimos años de su carrera, hasta graduarse. Una vez titulado se fue, becado por la embajada americana, a estudiar una maestría en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). En cuanto regresó, empezó a trabajar como socio de una oficina de diseño estructural, pero casi en seguida se dio cuenta de que le interesaba más dedicarse al análisis de problemas de investigación en ingeniería, y solicitó una cita con el doctor Emilio Rosenblueth, entonces director del IIUNAM. Dos años antes había ocurrido el temblor de 1957, que provocó mayor interés en cuestiones de ingeniería sísmica, y muy especialmente en la elaboración de normas de diseño y su optimación, con base en criterios de equilibrio entre costos de construcción y niveles de riesgo aceptados. Ello lo llevó a realizar investigación en un área de frontera entre la ingeniería y la sismología.

Para la elaboración de normas de diseño sísmico tuvo que estudiar en el laboratorio el comportamiento de los muros de mampostería ante cargas verticales y cargas sísmicas, ya que no existía información de este problema: a los países desarrollados esto no le interesaba y los países en desarrollo estaban en peores condiciones que México.

Los resultados de estas investigaciones tuvieron importante repercusión mundial, pues por primera vez se tomaron en cuenta los indicadores cuantitativos de amenaza y riesgo sísmico para establecer criterios de diseño. Otra contribución suya, pionera internacionalmente, fue el desarrollo de expresiones de atenuación de la intensidad sísmica empleando medidas significativas para el análisis de confiabilidad estructural. Actualmente esto último continúa siendo de suma importancia, pues se ha incrementado el interés por progresar en los criterios de diseño sísmico basado en medidas de confiabilidad y de desempeño, lo que implica el desarrollo de modelos matemáticos con los que se puede representar comportamientos muy complicados y relacionarlos con los sistemas reales; se dispone además de bastante información de pruebas de laboratorio en la mesa vibradora y de registros de respuesta de estructuras reales ante temblores reales, lo que permite calibrar los modelos de computadora con la realidad.

La labor del ingeniero –considera el doctor Esteva– debe orientarse a las necesidades de la sociedad: vivienda segura, cómoda y barata, y al mejoramiento de las vías de comunicación para brindar servicios a las comunidades alejadas y marginadas. Todo esto implica ingeniería de distintos tipos, comunicación a distancia, problemas de energía y medioambiente, y el desarrollo de sistemas eficientes que reduzcan el consumo de energía, sin olvidar la planeación urbana y regional, para no construir en zonas expuestas a sismos, inundaciones y otras causas de riesgo. Significa también intensificar el estudio de materiales locales disponibles para la autoconstrucción, ya que en muchas partes del país se construyen viviendas con estos materiales sin conocer el nivel de riesgo que su uso representa.

Para alcanzar objetivos relacionados con el bienestar de la población se requiere planeación y medidas de tipo político; es aquí donde los ingenieros debemos unir esfuerzos, ya no solo como especialistas en la parte técnica sino también con una actitud de servicio social.

Respecto al Instituto de Ingeniería, el doctor Esteva señala que su función va más allá de aportaciones creativas y novedosas: está también la formación de profesionistas capaces de crear nuevos criterios para evaluar y ser rigurosos en su planteamiento y desarrollo. Es decir, debemos formar ingenieros capaces de aplicar los nuevos métodos de vanguardia desarrollados por investigadores. Nuestro papel no es competir con el ingeniero de la práctica, es formarlo. Hacen falta dependencias semejantes a la nuestra en otras partes del país; también nos toca formar a nuestros competidores y dar a conocer el resultado de nuestras investigaciones en revistas internacionales con arbitraje riguroso, pero atendiendo prioritariamente los problemas por resolver en nuestro país.

Para formar buenos ingenieros hay que brindarles conceptos sólidos, que puedan aplicarse a la realidad. El ingeniero no debe centrar su atención en la aplicación adecuada de recetas, sino debe tener una actitud innovadora y creativa en la solución de problemas, debe entender las incertidumbres, ser riguroso en sus decisiones y en el control de calidad, con capacidad de organización y liderazgo. Es necesario propiciar la interacción con ingenieros experimentados que platiquen sus experiencias, fomentar el intercambio de conocimientos con otras áreas tanto de México como de otros países del mundo. Todo esto permitirá aliarse con gente que conoce otras facetas de problemas para lograr así mejores soluciones.

El doctor Esteva afirma que la educación no es solo formación técnica sino también emocional: es necesario orientar a los jóvenes para que entiendan que los problemas se resuelven mejor escuchando la opinión de los demás, razonando y cooperando, y no peleando por el poder. Ojalá que las personas que toman decisiones en el país meditaran sobre este punto, así las cosas marcharían mejor.

Luis Esteva Maraboto es sin duda uno de los pilares más importantes en el campo de la ingeniería sísmica. Sus valiosas aportaciones lo han hecho acreedor a los premios Nacional de Ciencias, de la Academia Nacional de Ingeniería, de Tecnología TWNSO y UNAM en Innovación Tecnológica. Además, ha sido nombrado investigador emérito del IIUNAM e investigador nacional emérito; es miembro de la Sociedad Mexicana de Ingeniería Sísmica (SMIS), del Colegio de Ingenieros Civiles de México (CICM), de la Asociación Latinoamericana de Sismología e Ingeniería Antisísmica (ALSIA) y de la Academia de la Investigación Científica (AIC). Es asociado extranjero de las academias de Ingeniería de Estados Unidos, Venezuela y Argentina, así como de organizaciones profesionales y académicas de diversos países.

Luis Esteva está casado, tiene tres hijos, cinco nietos y uno más que está por llegar; le gusta el buen café y desde hace un par de años asiste a un grupo de apreciación musical. Ha sido un apasionado de la música por muchos años; lamenta no haber tenido la oportunidad de aprender a tocar ningún instrumento.