Omitir vínculos de exploración
USI Biblioteca
Imágenes
Videoteca
Cápsulas informativas
Entrevistas
Memorias de eventos
SeguriTips
Video streamig
Germán Buitrón Méndez 
 
Germán Buitrón Méndez 

Coordinador del Laboratorio de Investigación en
Procesos Avanzados de Tratamiento de Aguas (LIPATA),
Unidad Académica Juriquilla del Instituto de Ingeniería UNAM.

 

Siempre me llamó la atención ver cómo mi papá, a partir de un dibujo, producía un prototipo. Él trabajaba en la Secretaría de Comunicaciones reparando aparatos, pero también tenía su taller en la casa. Recuerdo –continúa Germán Buitrón– que había un vecino que diseñaba juguetes electrónicos para Lili Ledy. Me gustaba ver cómo mi padre trasformaba las ideas del vecino dándoles vida. Sin duda fue él quien despertó mi interés por la creación práctica.

Por eso me da mucho gusto cuando veo que estamos realizando investigación aplicada y que hemos ido evolucionando, sobre todo en cuestiones de tratamiento de agua, donde ya estamos considerando el agua residual como un recurso, como materia prima, no como un desperdicio.

A diferencia de los años 80, cuando había que quitar los nutrientes, porque se consideraban como un problema, hoy día resulta que hacen falta y que una manera de recuperarlos es a través de las aguas residuales. Un ejemplo es el fósforo, que se está acabando, y se encuentra precisamente en estas aguas. Incluso en Canadá ya hay fábricas que recuperan este mineral. O sea, aquel que domine la tecnología de recuperación de nutrientes va a poder mejorar la agricultura, lo que redundará en beneficio de la población.

El agua residual tiene ahora muchos enfoques de aprovechamiento, entre los que está la producción de energía o el proceso de fermentación con bacterias, donde se produce hidrógeno, o la obtención de metano. También hay interés en la recuperación de biogás; hay algunas empresas de la agroindustria que ya tienen sus plantas de tratamiento y ahora se interesan en producir energía. Nosotros estamos estudiando la producción de hidrógeno a partir de celdas microbianas.

Estos son temas nuevos, donde el agua ya no es un desperdicio, sino es una materia prima de la que podemos sacar un producto de valor agregado.

Pienso que en mi campo de estudio todo ha ido cambiando muy rápido, por lo que tenemos que estar actualizados, viendo hacia dónde surgen nuevos horizontes y considerando la utilización de nuevas técnicas.

Inicié mis estudios de posgrado en el Instituto Nacional de Ciencias Aplicadas (INSA) de Toulouse, Francia, enfocados a los procesos biológicos; ahora estoy trabajando procesos biotecnológicos ambientales. Todos los proyectos en los que he participado son parte importante de mi formación, como el de efluentes de tipo industrial, realizado para una empresa petrolera interesada en aspectos básicos destinados a resolver el problema de inhibición de su planta de tratamiento, ocasionado por las descargas que llegaban de algunos compuestos de la industria química, y con el que obtuve el grado de doctor.

Cuando regresé de Francia me incorporé como investigador a Ingeniería Ambiental, donde Adalberto Noyola era coordinador. Me enfoqué a estudiar la degradación de compuestos inhibitorios por los microrganismos, en particular las metodologías y los procesos para adaptarlos. Después, el interés fue controlar el proceso, aspecto que no era muy aplicado en cuestiones ambientales. Comenzamos junto con Jaime Moreno a trabajar en el tratamiento de agua utilizando un biorreactor automatizado. Desarrollamos conocimientos fundamentales para el control del proceso de tal manera que las bacterias degradaran agua extremadamente tóxica.

En el II hemos conformado un gran grupo de trabajo, con el que incluso hemos logrado establecernos fuera de Ciudad Universitaria, en la Unidad Académica Juriquilla de la UNAM, en Querétaro, de la que estoy a cargo. Este proyecto no habría sido posible sin el apoyo decidido del doctor Sergio Alcocer, director del II en ese momento.

Estoy orgulloso de ser universitario. Soy egresado de la Facultad de Química, pero siempre me atrajo la ingeniería, por eso, cuando conocí a Soledad Lucario en una práctica profesional del IIUNAM y me platicó sobre el trabajo que aquí se realizaba, de inmediato me interesó colaborar en este centro de investigación. Ingresé en 1986 como becario de la doctora Blanca Jiménez, quien acababa de regresar de su doctorado en Francia. Ser becario en aquel entonces no era fácil, pues representaba una gran distinción. Después trabajé un par de años como técnico académico y entonces descubrí que me gustaba la investigación.

Pensaba realizar el doctorado en Inglaterra, pero curiosamente no fue así. Por aquel entonces vino un profesor francés a un congreso organizado por el II y me invitó a ir al INSA de Toulouse para estudiar la maestría y el doctorado. Así lo hice, y vivimos cuatro años y dos meses en Francia. Afortunadamente mi esposa, egresada de la Facultad de Química, también se fue becada a estudiar un doctorado en bioquímica en la Universidad Paul Sabatier de la misma ciudad. Fuimos la típica pareja del ingeniero químico con la química farmacobióloga. Tras cinco años de noviazgo nos casamos en el consulado mexicano en París.

Vivir en el extranjero me ha permitido hacer algunas comparaciones y poder reconocer las ventajas y las desventajas que existen entre países. Una de las diferencias está en la educación. En Francia, si le preguntas a un ama de casa si cree que la ciencia sirve para algo, ella te va a decir que sí, y si le pides un ejemplo, te dirá que la medicina que está tomando la desarrollan científicos, y que si estos no existieran, no se curaría de su enfermedad. Esto no pasa en México; el ciudadano común y corriente no tiene claros este tipo de conceptos.

Para el mexicano no es fácil relacionar los beneficios y comodidades con el trabajo científico. Por eso una de las cosas que falta es hacer difusión, divulgar el trabajo científico para que la sociedad sepa que un país que genera conocimientos puede salir adelante más fácilmente. Hay que crear conciencia de que la ciencia merece la inversión de tiempo y dinero; los resultados no son inmediatos, pero ayudan al bienestar de la sociedad. Por eso, en los países del primer mundo las grandes compañías les pagan a las universidades para hacer ciencia y tecnología, invierten en la elaboración de prototipos que una vez probados se van a vender y, por supuesto, que el empresario recupera su inversión. En México ya nos estamos dando cuenta de que por ahí se pueden obtener grandes beneficios. Debemos entender que la tecnología es lo único que nos puede sacar del subdesarrollo.

A diferencia de los países europeos, en nuestro país resolvemos generalmente lo urgente en lugar de planear cómo generar las soluciones para evitar problemas mayores. Habría que preguntarse como sociedad por qué permitimos que existan situaciones que luego nos van a afectar y nos van a costar diez veces más. Por ejemplo, es mejor evitar asentamientos en los cauces de los ríos que tener que reubicarlas a raíz de inundaciones. Estas situaciones más que por falta de dinero son por falta de planeación a largo plazo. Siempre se piensa que los problemas son complejos, pero en realidad hay actores de la parte social que deben saber programar a futuro, tener visión para enfrentarlos. En México hay gente muy inteligente, pero la toma de decisiones no es a veces la indicada. Para progresar es necesario entender que con la ciencia y la tecnología se pueden generar negocios, empleos y dinero. La gente eleva así su nivel de vida, se generan impuestos y todo mejora.

Uno de los centros de investigación más reconocidos nacional e internacionalmente es el Instituto de Ingeniería de la UNAM; ser parte de su personal abre muchas puertas en sentidos variados, tanto para intercambiar experiencias profesionales con investigadores de otras universidades como para realizar investigaciones. Pertenecer a su planta académica es todo un orgullo.

Me gustan las matemáticas, la química y la física, porque son materias donde se requiere entender y con ellas puedes comprender mejor lo que pasa a tu alrededor. A diferencia de otras áreas, donde lo esencial es memorizar.

Como mi madre fue enfermera, en algún momento pensé que podría ser médico, pero definitivamente no habría sido muy bueno en eso, porque la sangre me desagrada. Tengo dos hermanos y una hermana, y todos tomamos caminos diferentes: uno trabaja en el gobierno, otro hace importación y exportación de productos, y mi hermana labora en una compañía de encuestas.

Cualquier profesión es respetable, lo principal es que el trabajo que desempeñes te guste, te motive. En lo personal ese consejo es el que les voy a dar a mis hijos cuando llegue el momento de que decidan qué van a estudiar, aunque falta mucho, porque mi hijo tiene once años y mi hija siete.

Mi esposa, quien trabaja en el Centro de Física Aplicada y Tecnología Avanzada del campus Juriquilla, y yo opinamos que la carrera académica cuando a alguien le gusta paga muy bien, satisface muchos valores, llena muchos aspectos de la vida, más allá del dinero.