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Gerado Aguilar Ramos 
 
Gerardo Aguilar Ramos 

 

Tenía como 13 o 14 años cuando mi tía Alma Rosa nos llevó, a mi primo José Antonio y a mí, a ver unas pruebas de materiales  en uno de los laboratorios de la Facultad de Ingeniería, esto me llamó muchísimo la atención y creo que, de alguna manera, marcó nuestra vocación, porque tanto mi primo como yo estudiamos la carrera de ingeniería civil.

Soy egresado de la Facultad de Ingeniería de la UNAM y después hice un posgrado en estructuras en la Universidad de Purdue en Estados Unidos. Cuando estaba terminando la licenciatura fui al CENAPRED para hacer el servicio social. En ese entonces, el CENAPRED tenía un convenio con la agencia internacional de cooperación japonesa y empecé a trabajar en el laboratorio de estructuras grandes del mismo estudiando las propiedades mecánicas de tabiques recocidos. Ahí conocí a Sergio Alcocer quien fue el director de mi tesis de licenciatura: un proyecto experimental sobre el comportamiento de muros de mampostería. A Sergio lo considero el primero de mis mentores. Fue él quien me inculcó el deseo de hacer un posgado fuera del país. Qué bueno que lo pude hacer porque creo que vivir en otro país contribuye a que uno se convierta un ser humano más completo.  Probablemente la calidad puramente académica de los estudios en el extranjero sea similar a la de los de México, pero la experiencia cultural, social y personal de estar fuera es muy enriquecedora.

La forma en la que yo pude tener esta oportunidad fue siendo un buen estudiante, ya que los requisitos tradicionales para conseguir el financiamiento para becas, estancias académicas etc se basan mayormente en méritos académicos.

Cuando te gusta lo que haces es realmente fácil dedicarle mucho tiempo. En lo personal esa filosofía se me ha convertido en un problema: me lleno de trabajo, debo aprender a decir no, a tener una mejor planeación. Mis temas de investigación son tres fundamentalmente: el primero es el comportamiento de estructuras de concreto; el segundo es el monitoreo y la salud estructural de infraestructura, y el tercero es el estudio de estructuras de mampostería.

En nuestro país la infraestructura requiere de monitoreo estructural; es indispensable que la comunidad ingenieril conozca el estado en el que se encuentran nuestras estructuras no sólo para mantenerlas adecuadamente sino también para prevenir fallas catastróficas.

Para ello, no es suficiente con estudiar el comportamiento de materiales y estructuras, también se deben desarrollar normas seguras y sencillas, para que los ingenieros que las utilizan lo hagan con facilidad y para que los usuarios y sus pertenencias no estén en riesgo.

México debería dedicar mayores recursos humanos y financieros al rubro de desarrollo de infraestructura, teniendo en cuenta las experiencias de otros países.

En un país como el nuestro donde existe actividad sísmica constantemente, debemos tener una planeación adecuada para poder enfrentar situaciones de riesgo. Aunque por razones históricas y sociales nos enorgullecemos de la capacidad de pueblo mexicano para improvisar, siempre será mejor estar preparados para salvaguardar a la población. Cuando no se planea, especialmente en el terreno de prevención de desastres, se tiende a desperdiciar recursos. Espero que diseminando las bondades de planear entre los ingenieros en los niveles de toma de decisión se vaya creando una cultura de la planeación que sea universal.

En el caso de la planeación al interior Instituto, que ya existe desde hace años, creo que el desarrollo de las distintas áreas del mismo requiere del liderazgo de sus miembros.

La misión y los valores del Instituto de Ingeniería me parecen perfectos. Sin embargo, creo que nos confiamos hasta cierto punto. Se nos olvida que tenemos detrás de nosotros la historia y el legado de los grandes ingenieros que, con su trabajo, hicieron del IIUNAM un sinónimo de calidad en investigación. Creo que debemos recuperar los niveles de excelencia y de liderazgo del pasado sobre todo internacionalmente. Debemos incrementar la comunicación con otras instituciones del país y del extranjero, no debemos perder de vista que vivimos en un mundo globalizado y que nuestras competencias deben desarrollarse en esos términos.

En cuanto a mi vida personal, Yofes, así le digo al tío que me crió, es ingeniero electricista y a él le debo algunas de mis obsesiones. Mi mamá, Gloria, es profesora de primaria y ahora está jubilada. Aunque solo tengo un hermano, Juan Carlos, que es veterinario y trabaja en el Hospital UNAM-Banfield, crecí con dos primos, José Antonio y Óscar que, por cierto, también son ingenieros civiles.

De mi niñez tengo un recuerdo muy feliz y grato jugando en la calle, un deporte ahora en extinción en la ciudad de México. Creo que fui un niño típico, bien portado dentro de lo que cabe.

Actualmente, soy muy feliz: me casé el año pasado con Elisabeth o Lis, como yo le digo. La conocí en EU hacia el final de mis estudios de posgrado. Ella nació en Chicago y ahora vivimos en México, trabaja como maestra de idiomas en una escuela privada. A Lis le gustan muchas cosas de México y, como a mí, otras no. Disfrutamos cocinar juntos los fines de semana. En cuanto a nuestros gustos de comida somos totalmente internacionales y pasamos de un fin de semana con pollo al vino a otro con quesadillas o cuscus. Confieso que la comida es una de mis debilidades y por ello, algo difícil de controlar.

Mis pasatiempos son practicar tanto deporte como pueda, soy amante de la música y el cine. En general prefiero las películas llamadas “de arte” pero no dejo de ver alguna que otra creación de Hollywood. Me gusta caminar y hacer bicicleta cuando puedo.

Estoy muy contento de estar en el Instituto de Ingeniería. Creo que, como todos sus miembros, tengo muchos días buenos y algunos ratos de frustración. Sin embargo, me he ido dando cuenta que, al parecer, todo eso es parte de ser un investigador en la UNAM.