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Eugenio López Ortega 
 
 

Provengo de una familia numerosa. Fuimos nueve hijos, de los cuales aún vivimos seis; yo fui el octavo. Mis padres ya fallecieron y tuvieron que superar golpes muy duros por la muerte de tres de sus hijos. El mayor falleció de gastroenteritis cuando tenía menos de un año de edad. Una de mis hermanas, que estudió la carrera de Medicina, falleció a los 37 años por problemas en el corazón. Y mi hermano Agustín, quien era el menor, murió a los 27. Agustín nació con síndrome de Down y creo que el tiempo que vivió fue feliz, ya que todos lo quisimos mucho.

En mi juventud me tocó vivir de cerca los acontecimientos de finales de los sesenta. Uno de mis hermanos estuvo el 2 de octubre en Tlatelolco; afortunadamente no lo mataron y mi padre lo encontró encarcelado en Santa Martha Acatitla, dos largos días después de la matanza. Yo estuve en el Jueves de Corpus, el 10 de junio de 1971. Éramos jóvenes y queríamos protestar contra un sistema injusto que era capaz de ejercitar la violencia para acallar los disensos.

A mis padres les habría gustado que todos sus hijos tuvieran una carrera universitaria, pero solamente cuatro lo hicimos, y todos en la UNAM. En mi familia no había antecedentes en términos profesionistas. Mi papá no estudió porque tuvo que empezar a trabajar cuando tenía 14 años; sin embargo, fue un apasionado de la historia, en particular la de México. Era tal su gusto por esta materia que cuando se jubiló de la Compañía de Luz, se iba al Archivo General de la Nación a hacer investigación, como si fuera una jornada laboral. Por sus conocimientos llegó a ser editorialista del Excelsior de Julio Scherer y fundador de la revista Proceso.

La vida de mi papá y de mi abuela fue muy difícil porque mi abuelo los abandonó cuando mi padre tenía tres años. Entonces ambos tuvieron que enfrentarse solos a la vida en un momento muy complicado de nuestra historia: la segunda y tercera década del siglo pasado. Mi papá nació en la ciudad de México y mi mamá en Aguascalientes, pero a los 6 años mis abuelos la trajeron a vivir a la capital.

Estoy seguro de que a mi papá le habría gustado que alguno de nosotros estudiáramos historia, pero no fue así. En mi caso, desde la prepa me empezó a llamar la atención el área de físico-matemáticas y pensé en estudiar ingeniería. La UNAM representaba una buena opción, además de mi predilección, ya que desde chico venía con mis hermanos a los partidos de futbol americano, y era admirador de los Pumas. Hice el examen de admisión, lo aprobé e ingresé a la Facultad de Ingeniería. A pesar de que me dio la crisis vocacional, debo decir que la superé y no me arrepiento. La carrera de Ingeniería te da una visión muy completa del mundo; es una profesión que te enseña a plantear problemas y necesariamente proponer la manera de alcanzar una solución. En el último semestre de la carrera, uno de mis maestros me invitó a trabajar en una empresa de consultoría en ingeniería y estudios de factibilidad económica. Teníamos mucho trabajo, por lo que se conformó un grupo de jóvenes muy dispuestos a colaborar entre nosotros. A los dos años se presentó el fin de un sexenio y vino una crisis de trabajo y empezaron a recortar gente, diciendo que en cuanto hubiera proyectos nos volverían a contratar. Nosotros les propusimos quedarnos como socios de la empresa, dado que el talento y la experiencia del grupo era el principal activo de la empresa. El dueño no aceptó y nos corrió. Buena parte del grupo creamos una consultora y no nos fue mal. Al cabo de dos años me separé y me fui a trabajar al Instituto Mexicano del Petróleo (IMP).

Conocí el Instituto de Ingeniería a través de un amigo de la Facultad muy querido y muy brillante; él trabajaba aquí, me platicó lo que hacía y sembró en mí el interés por laborar en esta dependencia. Por esa época Juan Pablo Antún había llegado al IIUNAM y tenía un proyecto de planeación de ciudades industriales con la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas (SAHOP). Como necesitaba gente, puso un anuncio muy atractivo, al cual acudí, y no dudé en dejar el IMP para incorporarme al Instituto. Uno de los resultados de este proyecto fue que redactamos un “Manual sobre estudios para desarrollos industriales”. Después surgió un segundo proyecto para aplicarlo a parques industriales.
Estaba trabajando en el Instituto cuando a mediados de los 80 surgió el interés por estudiar en el extranjero, tanto de mi esposa (estábamos recién casados) como mío. Solicité mi ingreso a un programa que se llamaba GEIF (Grandes Escuelas de Ingeniería de Francia), me seleccionaron, y a mediados de los 80 nos fuimos al viejo continente con la idea de hacer un doctorado.

Mi esposa estudió la carrera de Odontología e hizo una especialidad de ortodoncia infantil en Francia con una duración de un año. Yo inicié el doctorado del tercer ciclo, pero primero tenía que obtener un diploma de estudios avanzados con duración de un año. Cuando estaba terminando el diplomado nos avisaron del fallecimiento de mi hermano Agustín, con quien siempre tuvimos mi esposa y yo una relación muy estrecha. Esto nos afectó mucho, además de que estaba por nacer mi hija, y decidimos regresar a nuestro país. Una vez en México empecé a trabajar en el CONACyT, retomé la maestría que había iniciado antes de irnos a Francia y nos dedicamos también a construir nuestra casa. En la maestría tomé clase con el doctor Felipe Lara, quien era coordinador de Ingeniería de Sistemas, y me ofreció regresar al II; así lo hice en el 84.

Mis temas de investigación están enfocados en la planeación de las actividades industriales y tecnológicas. En lo que toca a la parte industrial, mantenemos desde hace más de 12 años una relación de trabajo con el Comité Nacional de Productividad e Innovación Tecnológica, A. C. (COMPITE). Este comité imparte diversos servicios a las micro, pequeñas y medianas empresas (MPyME), dirigidos a mejorar su productividad y fomentar su desarrollo. Nosotros analizamos el impacto que tienen dichos servicios en las empresas, con el fin de observar la mejoría lograda en su operación y hacer recomendaciones en cuanto al diseño y la impartición de los servicios. También hemos estudiado el impacto de otros programas públicos dirigidos al desarrollo de las MPyME.

Las pequeñas innovaciones que se realizan en las empresas apoyadas por servicios como los que ofrece el COMPITE, les permiten mejorar su productividad y acumular conocimientos. Esta acumulación de conocimientos resulta la principal fuente de desarrollo de las organizaciones, como lo trato en la tesis de doctorado que realicé.

El diseño y la ubicación de los parques industriales ha sido también un tema de mi interés. Los parques industriales concentran infraestructura para el desarrollo adecuado de la actividad industrial y, en consecuencia, representan un aspecto relevante de la competitividad de dicha actividad. Por ello, desde hace más de 12 años y en conjunto con la Asociación Mexicana de Parques Industriales (AMPIP) desarrollamos la norma NMX-R-046-SCFI, que hemos mantenido actualizada y cuya versión más reciente es de 2011.

En cuanto a la planeación de actividades tecnológicas, en los últimos años hemos aplicado técnicas tales como mapas de desarrollo tecnológico, inteligencia tecnológica y prospectiva. Este tema lo iniciamos a finales de los 90 a partir de un proyecto con el IMP en el que participó el Instituto Battelle de los EUA. Actualmente aplicamos la técnica de inteligencia tecnológica en un proyecto que forma parte del Plan de Desarrollo 2012-2018 del Instituto. El objetivo es identificar y analizar los temas que resultan estratégicos para su desarrollo. El análisis se sustenta en la aportación de los académicos interesados en los temas de estudio.

En cuanto a mi vida personal, tengo una hija y dos hijos. Mi hija es la mayor y estudió Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; se ha enfocado en la parte lingüística e hizo un doctorado en la Universidad Pompeu Fabra (España) sobre lingüística forense. Acaba de ingresar a la UNAM en una nueva carrera relativa a las ciencias forenses.

El segundo de mis hijos estudió la carrera de Ingeniería Mecánica en la Facultad de Ingeniería de la UNAM. Actualmente trabaja en General Electric, en la ciudad de Querétaro, en el área de análisis del desempeño de turbinas de aviación. Está muy a gusto viviendo en Querétaro, le gusta mucho su trabajo y acaba de asociarse con unos amigos para poner un restaurante que ya está funcionando.
El más chico de mis hijos entró a la Facultad de Medicina de la UNAM y después del primer semestre me dijo que le gustaba la carrera, pero que no veía su vida dedicado a la medicina. Por ello, se cambió a Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Terminó y se dedica a la producción de videos para la OFUNAM. Estuvo un año en Australia en un intercambio que hizo apoyado por la SEP y el gobierno de Australia, donde conoció a una chica australiana con la que actualmente está casado.

Mi esposa ejerció durante varios años la práctica profesional de la odontología. Construimos su consultorio al frente de nuestra casa. Pensamos que así sería más cómodo para ella; sin embargo, esto hizo que su trabajo se convirtiera en dos: por una parte atender a sus pacientes, y por otra, los hijos no dudaban en acudir a ella para cualquier asunto.
Estamos orgullosos de nuestros hijos, que han podido construir su presente haciendo lo que les gusta y con la capacidad de ser felices en la vida y, por tanto, ser útiles a la sociedad y sus semejantes. Mi familia ahora también la conforman mi yerno y mis nueras, de quienes también nos sentimos orgullosos. Por ahora solo tengo un nieto, Matías, hijo de mi hija.

Cuando estaban chicos mis hijos, a menudo viajábamos a diversos lugares de México, con predilección a la ciudad de Zacatecas, de donde es la familia de mi esposa. Me gusta el cine, aunque no voy muy frecuentemente. También me gusta la música en general, leer acerca de la historia de México y, en particular, la poesía. No soy muy exigente con la comida; todos los platillos basados en el maíz me saben bien. Afortunadamente mi esposa es muy buena cocinera y, al igual que mi suegra, prepara las cosas muy rápidamente. En 30 minutos puede preparar una comida deliciosa.