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Baltasar Mena Iniesta 
 
Baltasar Mena Iniesta 

 

Mi sueño era ser rockero; admiraba a Elvis, Chuck Berry, Jerry Lee y Gene Vincent. Aprendí a tocar la guitarra a los 14 años; me gustaba cantar porque sabía que así tenía por lo menos alguna posibilidad de atraer la atención de las chavas (aunque no funcionó). Mi padre nunca compartió mi afición de rockero, aunque financió la primera guitarra eléctrica del grupo. Al terminar la preparatoria me dijo que debía estudiar derecho y contabilidad, e incluso había elegido mis horarios en la UNAM. Después de arduas y difíciles discusiones, llegamos a una carrera intermedia: Ingeniería. Cinco años más tarde terminé la carrera en la Facultad de Ingeniería de la UNAM,  le regalé el título a mi padre y le dije: ahí está, ya cumplí. Guitarra en mano, me dediqué a tocar en cafés cantantes con un grupo, Los Sinners, aunque también daba clases de matemáticas. Decidimos ir a triunfar a California y permanecimos un año; al no obtener permiso de trabajo, terminamos tocando tandas de 12 horas en Tijuana para subsistir. Cuando intuí que la deportación era inminente, opté por volver a casa, pues al tener pasaporte español, me deportarían a España, donde me enviarían de inmediato a hacer “la mili” en Marruecos y, para mí, con Tijuana ya era suficiente.  Varios del grupo se quedaron, y por supuesto los deportaron. Más tarde, dos de ellos se casaron con las go-go girls del antro donde tocaban y posteriormente triunfaron en Hollywood (Federico Arana da cuenta de todo esto en su novela Las Jiras, ganadora del premio Villaurrutia en 1972).

 

Al volver, tramité una beca con el Gobierno francés (que era el único que reconocía la República Española en el exilio), y me la dieron para estudiar una especialización en Hidráulica en la ENSEEHT de Toulouse en 1967. Ese mismo año ingresé a la Universidad de Brown en EUA, donde, becado por dicha institución, obtuve la maestría en 1969 y el doctorado en Ingeniería en 1973. Un semestre antes de que empezaran los cursos en Francia, viajé por toda Europa tocando en bares y dando clases de esquí acuático en las playas de la Costa Brava (¡qué tiempos aquellos!).

 

El sentimiento musical lo heredé de mi madre, quien bailaba y cantaba flamenco muy bien. Mi padre trabajaba en las oficinas de Hacienda en España, y después del exilio como contador público en México (profesión bastante aburrida).

 

Mis padres no fomentaron una educación musical en la familia, aunque nos hacían escuchar, tanto a mí como a mi hermana, flamenco y zarzuelas todo el día; quizá por ello le he inculcado a mis hijas la necesidad de tocar piano y guitarra.

 

Cuando me repatrió el CONACyT, ya tenía 4 años de posdoctorado. Llegué a la UNAM e ingresé al hoy Instituto de Investigaciones en Materiales, porque fue la dependencia que me ofreció la plaza más alta. Mi tema de estudio era la mecánica de fluidos no-newtonianos  o reología. Permanecí en el IIM 26 años, hasta que me harté de tener problemas con la autoridad de esa dependencia y decidí cambiarme. Fue muy desgastante, porque digamos que se habían propuesto hacerme lo que se dice “la vida de cuadritos”, y es que el IIM, en su mayoría, está formado por físicos que quisieran estar en el Instituto de Física y por químicos que quisieran estar en el Instituto  de Química, ingredientes esenciales para un nido de cuervos. En cambio, los ingenieros son más respetuosos, no son académicos puros, respetan la profesión, brindan ayuda al prójimo, te dejan vivir en paz y nadie se mete contigo. Una clase social muy diferente.

 

La ventaja de tener una formación sólida es que te puedes “cambiar de camiseta” (hablando deportivamente) sin problema. Yo hacía mecánica de fluidos, polímeros, energía solar y flujo de líquidos no-Newtonianos alrededor de esferas y gotas; sin embargo, mis mayores éxitos resultaron ser contribuciones puramente ingenieriles. Así, el estudio que más éxito tuvo fue el diseño de un silo solar hexagonal, con el que ganamos muchos reconocimientos, entre los que se encuentran el Premio León Bialik a la Innovación Tecnológica (1995), el Premio Universidad Nacional en Innovación Tecnológica y Diseño Industrial (1996), el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Tecnología y Diseño (1997) y el Premio de Ciencias de la UNESCO (2001). De estos silos, se construyeron algunos en Australia y un par en la India. Ese silo es, en mucho, ingeniería aplicada bastante buena. De hecho, creo que las puertas del IIUNAM se me abrieron por mis trabajos en flujo granular, que es mucho de ingeniería. Posteriormente, la Universidad de Brown me otorgó el Reconocimiento al Graduado Distinguido (Distinguished Graduate Award 2000), la Medalla de Ingeniería de Brown (2001) y fui nombrado uno de los cien mejores alumnos de Brown en el siglo XX, entre 75 mil estudiantes. Estos fueron para mí los logros más significativos al provenir de tan prestigiada universidad.

 

Curiosamente en México no se construyeron los silos; no les interesó, a pesar de que con ellos se evitan las pérdidas de aproximadamente entre un  25 o 30  % de las cosechas de granos por mal manejo. El monto de dichas pérdidas representa el presupuesto anual que sustenta a la UNAM. Parece absurdo, pero en nuestro país todo esto pasa. Si se hubieran construido estos silos, los ahorros a largo plazo podrían haber sido cuantiosos. Esto parece no preocuparle a nadie, ya que no es prioritario ahorrarle dinero al país, ni siquiera para su “lucha contra el narcotráfico”.

 

Cuando obtuve el premio de la UNESCO renuncié a la patente, porque a mí lo que me interesaba era que se usara; ya tenía el reconocimiento y con eso era suficiente. Además no voy a construir silos, porque no estudié para dedicarme a eso. Sería muy bueno que las grandes constructoras quisieran conservar los granos que son la base de la alimentación de los pueblos, pero... en fin.

 

La falta de interés por el bienestar de la gente tiene sus orígenes en la carencia de educación; esto se entiende en un país donde nunca hemos llegado a invertir ni siquiera el 1 % del producto interno bruto en esta materia.

 

Si un país no está educado, no va a salir adelante nunca. Sobre este tema puedo decir que la UNAM ha creado sus propios monstruos al darle el pase automático a quienes ingresan a sus propias preparatorias y CCH. Esto provoca una mediocridad académica insostenible y que a los estudiantes no les interese mantener su nivel académico. Por otra parte, los centros de investigación (particularmente en la UNAM), al no contratar gente nueva, se han convertido en clínicas geriátricas. En un país civilizado la jubilación es obligatoria; esto es para que la gente joven se dedique a hacer ciencia en un sistema de renovación continua y las personas jubiladas conserven un nivel de vida aceptable. En México te jubilas, y el dinero ya no te alcanza. Por definición, el científico en nuestro país debe ser inmortal, sano y sobre todo patriota.

 

En lo personal, he dejado de tener estudiantes de doctorado porque considero que es una responsabilidad que actualmente no puedo enfrentar, porque una vez obtenido el grado, no van a encontrar trabajo. Anteriormente esto era posible; así, tuve varios alumnos que se quedaron en el Instituto de Investigaciones en Materiales y forman el grupo de reología. Y es que entre los alumnos y el profesor se establece un lazo de aprecio que perdura a través del tiempo. Incluso, esos doctores que formé aún son mis amigos. La labor de un tutor es preparar gente y ayudarlos a obtener una buena posición, ya sea en un centro de investigación, una universidad o en la industria. Esto en nuestro país se ha vuelto imposible y me temo que no cambiará fácilmente. Considero necesario que los alumnos que quieran superarse salgan al extranjero, conozcan otros lugares, otras formas de trabajo, otras costumbres, en otras palabras, que se hagan internacionales.

 

Un científico bueno debe tener interés en lo que está haciendo, debe apasionarse por su trabajo, pero un buen científico tiene otras actividades que llenan gran parte de su vida: hacer deporte, música, literatura, pintura o escultura, actividades que lo mantengan sano física y espiritualmente. La mayoría de los científicos solo piensan en su trabajo y en escribir su currículo (el cual terminan a veces, por creérselo ellos mismos); no son felices, no son  divertidos, pero eso sí, son muchos. En resumen, es necesario diversificar las actividades en tu vida, si quieres hacer algo de provecho.

 

Hoy día la UNAM debe estar abierta a muchos cambios, como por ejemplo, percatarse de que el IIUNAM no es un instituto de investigación como los demás; es un instituto de ingeniería dedicado no solo a la investigación, sino a las aplicaciones prácticas y relevantes para el país. Esto no corresponde al perfil de las dependencias que integran el subsistema de la Investigación Científica, por lo tanto, su personal debería ser evaluado con otros valores.

 

Por otro lado, pienso que la experiencia de los profesores e investigadores reconocidos podría ser aprovechada si estos impartieran cursos de preparación a los profesores de prepas y CCH. La UNAM podría proporcionarles el transporte hasta los diferentes planteles y liberarlos de ciertas cargas académicas.

 

Hay que estar abiertos a los cambios, hay que adaptarse al nuevo ritmo de vida. Estos conceptos también los aplico en mi vida  personal; creo ser un padre comprensivo, mis hijas me cuentan sus cosas, tenemos mucha comunicación, lo que desafortunadamente no pude tener con mi hijo, al que no le dediqué tiempo porque tenía que trabajar muy intensamente.  Mi hijo nació cuando yo estaba en Inglaterra y era muy joven, y nunca tuve el tiempo necesario para dedicárselo.

 

A Florencia la conocí en el salón de clases; tomó conmigo 2 o 3 materias y le dirigí la tesis, y la convencí de la importancia de estudiar un doctorado. Empezamos a salir y nos casamos. Florencia se encuentra en la edad productiva, está muy entregada a su trabajo, mientras yo me dedico a las labores propias de mi sexo y edad. Tenemos dos hijas maravillosas: una de 15 años y la otra de 13. La grande quiere estudiar medicina y a mí me gustaría que lo hiciera en otro país, pues tiene la oportunidad de ingresar a una universidad de la comunidad europea al tener opción a la nacionalidad española, puesto que yo nací en Tarragona.

 

Espero que ambas tengan la oportunidad de vivir en un lugar donde puedan tener mayor libertad, donde puedan salir a la calle sin temores, usar el transporte público como cualquiera, en fin, ser libres. Los padres estamos para educar a los hijos, darles una serie de valores, y tener confianza en que están capacitados para tomar sus propias decisiones. Debemos apoyarlos y hacerles la vida mucho más fácil. Al respecto, mi padre no se equivocó al inscribirme en una escuela bilingüe (a pesar de ser muy pobres), ya que cuando aprendes otro idioma desde pequeño es más fácil dominarlo, y hablar otras lenguas te abre las puertas de muchos lugares.

 

Por lo pronto trato de combinar mi vida para estar equilibrado; sigo tocando con mi grupo Naftalina, hacemos por lo menos dos presentaciones al año, practicamos y nos divertimos muchísimo. También me gusta velear. Juego al piloto automovilístico en la Carrera del Golfo al Pacífico cada año y la hemos ganado 4 veces. En invierno me gusta ir a esquiar. Si pudiera, me jubilaría, seguiría impartiendo mis clases y solo pediría suficiente tiempo para mis otras actividades. Puedo garantizar que no me aburriría jamás.

 

Para ser mi amigo debes tener sentido del humor negro, un tanto lúgubre, hacer bromas en el sentido de autocrítica, aceptar tus defectos sin que te importe, en una palabra, aceptarte a ti mismo y estar dispuesto a sonreír ante las críticas y las evaluaciones de tus colegas, y ser divertido.