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Alejandro Sánchez Huerta 
 
 
 

En algún momento de mi vida pensé que podría ser futbolista profesional. Cuando tenía 15 años, mis primos y yo jugábamos en un equipo y acostumbrábamos ir todos los domingos a unos campos que estaban atrás del Politécnico. En una ocasión a la fuerza superior le faltaban jugadores, eran chavos de 17 años,  y yo les completé el equipo. En ese juego me fracturaron la tibia y el peroné; por esta lesión me hospitalizaron, y ahí se acabaron mis sueños de futbolista.

Toda mi familia ha sido aficionada al futbol; en mi casa solo se hablaba de un equipo: el América, tanto que acabé harto del futbol, y claro, del América. Por supuesto que los Pumas son mi equipo, cómo no serlo, si soy egresado de la UNAM, donde estudié la carrera de Ingeniería Civil y la maestría en Hidráulica.

En un principio quería ser matemático, físico o arquitecto. La carrera de Arquitectura pronto la descarté, porque no tenía habilidad para el diseño. De la de física y las matemáticas también me decepcioné, porque en la prepa 6 veía que otros compañeros traían un nivel muy alto en estas materias, y yo, todavía en plena adolescencia, no me daba el tiempo para seguirles el paso. De pronto descubrí que había algo que me permitía no renunciar del todo a mi gusto por la arquitectura, y que también tenía matemáticas: era precisamente la ingeniería civil.

Ingresé a la Facultad de Ingeniería pensado que me dedicaría al diseño estructural. Fue curioso cómo descubrí mi interés por la hidráulica. Resulta que mi maestra de hidráulica de canales, Adriana Cafaggi, se había confundido al asentar mi calificación final en actas; fui a verla, hizo la corrección y en ese momento me preguntó si me interesaba hacer mi servicio social en el Laboratorio de Hidráulica, del que era jefa entonces; acepté y me gustó mucho lo que ahí se hacía. Después de realizar mi servicio social, la misma Mtra. Cafaggi me presentó con el Dr. Rafael Guarga, investigador del IIUNAM, con quien realicé mi tesis como becario de licenciatura sobre un problema de resonancia hidráulica en la central hidroeléctrica de La Angostura. Poco después del examen profesional se dio la posibilidad de trabajar como técnico académico de tiempo completo en el IIUNAM.

Pronto me di cuenta de que trabajando en la UNAM era necesario hacer un posgrado y me inscribí inmediatamente en la maestría en Hidráulica. 

Estuve con Rafael Guarga más de años, luego el doctor tuvo la oportunidad de regresar al Uruguay, entonces Rafael Carmona se quedó al frente del grupo de hidromecánica. Me había llamado mucho la atención la línea de investigación que trabajaba Carmona: transitorios hidráulicos en grandes acueductos, por lo que solicité integrarme con él a estas investigaciones. Con Carmona me tocó participar en la revisión de proyectos y en campañas de medición en el sistema Cutzamala, así como en los acueductos Río Colorado-Tijuana y Chapala-Guadalajara, entre otros. Prácticamente trabajamos en todos los grandes acueductos para el abastecimiento del agua en bloque que se construyeron en los 80 y principios de los 90.

De esto ya pasaron más de 25 años, por lo que considero que hoy un trabajo muy pertinente es el estudio de la rehabilitación de los grandes sistemas de suministro de agua en bloque. México es un país que no puede darse el lujo de hacer  grandes inversiones con mucha frecuencia; por ello hay que rehabilitar y modernizar esos sistemas, por supuesto, sin descartar la construcción de nuevos acueductos. En esta disciplina también hay otros temas importantes que debemos investigar, como los problemas de aire atrapado en tuberías y los efectos del envejecimiento de las líneas de conducción.

Un buen ingeniero debe tener una formación básica y teórica muy completa; las materias como Física y Matemáticas son muy importantes. Por eso lamento no haberle echado más ganas en la prepa, pero no me arrepiento de haber tomado la carrera de Ingeniería. Por supuesto que para ser un buen ingeniero hay además que tener capacidad de imaginación para poder innovar e inventar soluciones.

El IIUNAM tiene una fuerte tradición en ingeniería civil y no debemos perderla. Es importante mantener en alto el nivel de áreas como la ingeniería estructural, la mecánica de suelos, la hidráulica y la ingeniería ambiental. Esta última es sin duda una componente muy importante dentro del Instituto. Sin embargo, también debemos impulsar áreas como las que se desarrollan en la Subdirección de Electromecánica, me refiero a las ingenierías eléctrica, electrónica, mecánica y de energéticos, que requieren más apoyo para su crecimiento. Uno de los mayores retos del Instituto es también lograr que su sistema administrativo esté a la altura del crecimiento que ha tenido la institución.

Tengo 27 años de antigüedad en el Instituto. Como coordinador de Mecánica, Fluidos y Térmica fueron aproximadamente 15 años, y como subdirector de Electromecánica, casi 5. Ahora el Dr. Noyola me nombró subdirector de Hidráulica y Ambiental; es un reto interesante, en realidad no soy ajeno a esta subdirección, de hecho mis cubículos, primero como becario y luego como técnico académico, estaban en el 2º piso del edificio 5, donde convivíamos con las coordinaciones de Ambiental y de Hidráulica. Ahora mi función es apoyar a los ambientales e hidráulicos; quiero sumar esfuerzos con el personal de esta subdirección, que se ha ganado un lugar en el Instituto a lo largo de muchos años.

De mi familia, te cuento que mi papá era contador; mi madre está jubilada, fue profesora normalista. Somos seis hermanos: el grande es médico, luego sigo yo, el tercero también estudió medicina y el más chico, José Arturo, se fue también para ingeniería. Tengo dos hermanas: una es actuaria y la otra estudió turismo.

Me casé en 1996; curiosamente conozco a la que ahora es mi esposa desde que ella tenía como 2 o 3 años de edad y yo 8. Era vecina de unos primos, y la primera vez que la vi fue en una ocasión que todos íbamos caminando por la calle, y ella y su hermanita estaban asomadas en la ventana de su casa encerradas porque tenían varicela; las vimos y corrimos todos gritando ¡corran, la varicela, la varicela! Quién me iba a decir que terminaríamos formando una familia.

La mayor cualidad de Verónica, mi esposa, es tener un carácter muy firme. Esto a veces trae complicaciones, pues chocamos frecuentemente, pero es una característica que reconozco como su mayor cualidad.

Tenemos 2 hijos: Saúl Alejandro, que tiene 17 años y cursa el  quinto de prepa, y Jesús Darío, que tiene 11 y está en quinto de primaria. Me queda claro que ninguno va a ser ingeniero. Al grande le gusta mucho leer; eso no lo sacó de mí, soy un pésimo lector. Quiere entrar a la Facultad de Filosofía y Letras, y aunque a mí no me agrada mucho su decisión, pienso que si realmente le apasionan las letras, seguramente le va a ir bien. Él sueña con ser escritor o crítico literario.

Darío nos dice que quiere ser arqueólogo, está muy firme en esa idea, pero le falta mucho por conocer, y realmente darse cuenta de si esto es lo que desea ser en la vida.

No tengo ningún pasatiempo en particular, nunca me dio por eso. He sido siempre una persona dedicada a mi trabajo y a mis hijos. Me gusta apoyarlos en sus actividades, digamos que lo que a ellos les gusta se convierte en algo que a mí también me interesa. Curiosamente después de jugar tanto futbol ahora ya no practico ningún deporte.

En cuanto a mi comida preferida, sin duda es un buen corte de carne, pero si de comida casera se trata, mi esposa me mata con unas albóndigas en caldo de jitomate; cuando las hace, ese día veo cómo le hago, pero voy a comer a la casa.