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Abraham Roberto Sánchez Ramírez 
 
Abraham Roberto Sánchez Ramírez  
Cursaba el primer semestre en la Facultad de Ingeniería de la UNAM y el profesor de la clase de introducción a la carrera nos llevó a conocer la mesa vibradora del Instituto de Ingeniería, que después fue sustituida por la que tenemos actualmente. Nunca pensé que llegaría a ser el responsable del Laboratorio de Estructuras, que me tocaría operar la antigua mesa vibradora, y que años después, en compañía del ingeniero Juan Dyer (q. e. p. d.), iría a Japón para presenciar la forma como se iba a desmontar la mesa que nos donó la empresa Kajima, que actualmente está operando actualmente en el Instituto de Ingeniería.

Llegué al IIUNAM con el propósito de hacer mi servicio social en hidráulica, pero en esa área no tenían vacantes. Sin embargo, me dieron la oportunidad de realizarlo en estructuras con el ingeniero Juan Dyer; la entrevista fue en el laboratorio como a las 7 de la noche. El ingeniero me comentó, mientras con mucha paciencia elaboraba unas ganzúas, tomaba café y fumaba su cigarro, que estaba estudiando el comportamiento de durmientes y sistemas de sujeción tanto para vías

de ferrocarril como para el Sistema de Transporte Colectivo Metro, y para lo cual tenía que emplear un equipo muy novedoso que acababan de adquirir. Se trataba del equipo MTS, lo que en aquel entonces me pareció muy atractivo.

Al día siguiente empecé a trabajar en el laboratorio para ver la parte experimental, y al terminar el servicio social me contrataron como técnico académico; de eso hace ya 30 años.

Con el ingeniero Dyer aprendí muchas cosas; además de haber sido un excelente colega y amigo, fue mi director de tesis en la licenciatura.

Mi trabajo incluyó el diseño de un sistema para sujetar el riel al durmiente para los ferrocarriles; aunque había sistemas de patente extranjera que ya lo hacían, para mí fue muy satisfactorio que el modelo que diseñé funcionara correctamente. Eso fue en el 85.

En ese año ocurrió el sismo y mis actividades cambiaron. Me dediqué a hacer levantamientos de daños en varias centrales telefónicas y muchos trabajos de emergencia. Cuando se terminaron estos trabajos el ingeniero Dyer ya no quiso seguir en la parte experimental, le apasionaba más la parte analítica, en la que era brillante; entonces me quedé atendiendo los nuevos proyectos que sobre el mismo tema experimental teníamos con Ferrocarriles Nacionales y con la COVITUR.

Esta fue una época de mucha responsabilidad, sobre todo recuerdo uno de los proyectos donde los durmientes que habían traído de una compañía no cumplieron con los lineamientos que marcaban las normas y se tuvieron que rechazar.

Mi trabajo en el II ha sido muy interesante. Recuerdo que en 1989 llegó la máquina universal al Instituto y por esas fechas lamentablemente falleció el señor Beckham; entonces, además de operar el equipo

MTS, me hice cargo del Laboratorio de Estructuras, incluidas la nueva máquina y la antigua mesa vibradora. También fue en ese año cuando se inició una nueva línea de investigación en la que participaría de manera intensa.

Un día se acercó el doctor Meli y me dijo que estaba trabajando en un proyecto de construcciones antiguas dedicadas a la vivienda, y me acordé de que en la primera clase que tuve en la facultad uno de mis profesores comentó que tenía que irse temprano porque tenía una junta sobre monumentos históricos, y lo primero que pensé fue: “tanto estudiar para dedicarse a las estructuras viejas”.